El 17 de octubre de 1945, entre los trabajadores y Juan Domingo Perón se forjó un vínculo especial, cuya solidez determinaría el curso de la política argentina por décadas. A partir de entonces, los intentos de fortalecer, destruir, transformar o capitalizar en provecho propio esa unión signarán nuestra historia y alrededor de ellos se desarrollarán viejas y nuevas formas de violencia. Persecución, tortura, prisión o exilio fueron destinos comunes de la oposición, bajo las primeras presidencias de Perón y también en el régimen militar que lo derrocó y los que lo siguieron, con la legitimidad cuestionada por la proscripción del peronismo y de su líder, el "tirano prófugo". Entretanto, las luchas gremiales, reprimidas con dureza, incorporaban tácticas novedosas, y detrás de cada una de ellas asomaba el reclamo por el regreso de Perón.