Estas historias breves que a Colette le habrían encantado están unidas por el hilo de una escritura viva, rica, sensual, profundamente femenina. El tiempo en el que se negaba la existencia de una literatura de mujer ha quedado, por suerte, atrás: admitir que la palabra tiene sexo nos permite paladear una particular percepción del mundo que en este texto halla su expresión.