En 1937 vio la luz la primera edición de Capitanes de la Arena -vívido relato de los niños callejeros en Salvador de Bahía-, que fue confiscada y quemada en la plaza pública de esa ciudad. Su difusión se aplazaría hasta 1944 en una segunda edición que trascendió las fronteras de Brasil. Las razones de la censura radican en la esencia misma de la novela: una rotunda denuncia de los gravísimos problemas sociales que las élites culturales del país solían obviar. Unidos por la miseria y empujados por una sociedad egoísta hacia los arenales del puerto de Bahía, los niños organizan su propia sociedad, marcada por la delincuencia pero también por la solidaridad y la inocencia.