Irene viaja de Madrid a Chicago para estudiar en la universidad. Como parte de su formación académica repasa trabajos de laboratorio sobre el comportamiento sexual de las ratas, que dan ciertas claves sobre la fidelidad o promiscuidad de los mamíferos según su sexo. Investiga también estos comportamientos en humanos e inicia un viaje personal en el que los experimenta ella misma. Entre Madrid y Chicago, convertida en detective que rastrea a personas desaparecidas y espía vidas ajenas, la existencia de Irene queda marcada por los hombres con los que se relaciona: el millonario norteamericano Adam Galliger, que mantiene con ella una aventura adúltera, engañando a su mujer, y además financia un estudio sobre las mentiras que cuenta la gente acerca de sus infidelidades; el argentino Claudio, que arrastra consigo un doloroso secreto y cuya familia tiene un pasado oscuro vinculado con la historia de su país; el bilbaíno Martín, con el que se casa y que en realidad apenas sabe nada de ella; Hugo, una relación de infancia con quien tuvo primeras experiencias que dejaron huella. Y a esta exploración del amor y el deseo sexual se incorporan también varios personajes femeninos relevantes como Adela, una amiga de Irene; Graciela, la madre de Claudio, o Harriet, la esposa de Adam. Cien noches explora las distintas formas de amor -algunas radicales y extremas- y los diversos comportamientos sexuales -algunos igualmente radicales y extremos-; levanta acta de la lealtad, la infidelidad, los deseos inconfesables, los tabús, las medias verdades y los engaños que envuelven nuestras relaciones. Habla de máscaras y de mentiras. Y a modo de juego incorpora una serie de expedientes de adulterios que el autor pidió que le escribieran algunos escritores españoles amigos, en un estimulante ejercicio de promiscuidad literaria.