¡Es ese perrito! El que está haciendo desastres en el museo y escondiéndose en el zoológico. Pero el de la perrera lo anda buscando y si lo atrapa. Corriendo veloz por calles repletas de gente, nuestro perrito mantiene al lector buscándolo sin aliento, con la lengua afuera, en suspenso, hasta llegar a un ocurrente y tierno final.