Pocos personajes como Adolf Eichmann muestran tan claramente el horror del Holocausto. Asesino de escritorio, es una pieza clave en la telaraña burocrática que envió a la cámara de gas a millones de judÃos. Esto lo sabemos hoy, pero se ignoraba al final de la Segunda Guerra Mundial. Por entonces su nombre no decÃa nada; su rostro, menos. Hubo que esperar hasta el juicio de Núremberg para que Eichmann empezara a ser conocido como el criminal que fue. Ya era tarde: se habÃa perdido en la Alemania profunda, convencido de que en unos años sus actos serÃan olvidados. Cuando se hizo evidente esa quimera, huyó a Italia, consiguió un pasaporte con ayuda de la Cruz Roja y ciertos miembros de la Iglesia católica, y en el puerto de Génova se embarcó hacia Buenos Aires. CorrÃa el año 1950, y todo parecÃa indicar que la Argentina, hospitalaria para tantos nazis, le ofrecerÃa la posibilidad de una nueva vida. Por casi diez años de hecho lo fue. Residió en Tucumán y luego en el Gran Buenos Aires, siempre de manera austera, o directamente miserable. Sin embargo, mientras él iba cada dÃa a trabajar a la fábrica Mercedes Benz, desde Viena Simón Wiesenthal reconstruÃa su huida. Esa información finalmente llegó a Israel. Un comando del Mossad vino a Buenos Aires y lo secuestró, para juzgarlo en Jerusalén, donde fue hallado culpable y ahorcado. Gracias a un monumental trabajo de investigación, este libro saca a la luz los dÃas de Eichmann en Argentina. ¿Quiénes lo ayudaron a ingresar al paÃs? ¿Quiénes lo protegieron? ¿Cuál fue el rol del peronismo, por entonces en el poder? ¿Cómo era el cÃrculo de nazis alemanes en Buenos Aires? ¿Cómo se planeó y ejecutó el secuestro? Ãlvaro Abós ha escrito una biografÃa total, que comienza en los dÃas finales de la Segunda Guerra Mundial, narra la caÃda del nazismo y la diáspora de sus jefes asesinos. Su prosa encendida, que narra la historia con la tensión propia de una novela polÃtica, hace de Eichmann en Argentina un libro apasionante.