Alguna vez, Leopoldo Marechal confesó que, así como Adán Buenosayres era "una historia de hombres para hombres", El Banquete de Severo Arcángelo era una historia dirigida no a los niños en tránsito hacia la madurez sino a los hombres en tránsito hacia la infancia: un libro que propone "una salida" del laberinto de la existencia, enmascarado en los cánones casi mágicos de la novela de aventuras. Lisandro Farías es el relator de los preparativos y entretelones de un banquete pantagruélico, organizado por un maquiavélico anfitrión sin escrúpulos. El número de invitados, el lugar geográfico donde sucederá, las infinitas peripecias de organizadores y aspirantes a convidados son tan enigmáticos que hacen de ese banquete un rito digno de una secta iniciática, donde se mezclan elementos de la alquimia, la Cábala, el esoterismo y el cristianismo místico con un humorismo angélico e irresistible, que lleva al lector a determinar por sí mismo si creer a pie juntillas al narrador o desconfiar de las trampas que le tiende a cada paso. En suma, El Banquete de Severo Arcángelo es un camino hacia la verdad poblado de marchas y contramarchas, por momentos lírico, por momentos hilarante o terrorífico, pero siempre imbuido de la fascinante concepción de la naturaleza humana que hizo de Marechal uno de los protagonistas fundamentales de la literatura argentina.