"Capaz de evocar a maestros igualmente dispares -de Juan Rulfo a Edgar Lee Masters, de Silvina Ocampo a Evelyn Waugh, de Clarice Lispector a Rudyard Kipling- El país del humo anticipa a muchos narradores actuales, pero deslumbra ante todo por una lengua personalísima, hecha de palabras simples, de largos silencios y constantes osadías poéticas; una lengua encendida a la vez por la más absoluta desesperación y por la alegría feroz de descubrir, de capturar, de compartir, la gloria de todo lo que vive."