De pequeño, Federico pasaba las vacaciones en Anzio. Fue allí donde conoció a su primer amor y donde aprendió a navegar. Muchos años después vuelve a la misma playa para revivir aquellos días y pasear por las grutas de Nerón saboreando un trozo de pizza. "En esta historia veo cumplido un hermoso deseo: el de pasar un día entero con una persona que ya no está y que extraño."