El tatuaje ha experimentado un auge de popularidad en las últimas décadas, acompañado de mejoras en el instrumental para tatuar y la aparición de numerosos artistas profesionales. Así, el carácter marginal que el tatuaje tuvo en sus inicios ya hace años que ha desaparecido, dando paso a generaciones que deciden tatuarse sin distinción de clase social o edad. El tipo de tatuaje elegido es sumamente variado, debido a la cantidad de motivos y dibujos posibles, que se engloban en categorías como símbolos, aficiones, tendencias, modos de vida o ideologías, así como diseños elegidos simplemente por criterios estéticos. La práctica del tatuaje, tan extendida en la actualidad, se remonta al Neolítico. En la mayoría de las civilizaciones antiguas estuvo presente con distintos usos y significados, desde su vertiente más artística en el antiguo Egipto hasta su empleo como marca de criminales en las antiguas Gracia y Roma. En esta práctica destacan desde tiempo ancestrales las sociedades del Pacifico, que cuentan con una cultura en la que el tatuaje siempre ha estado presente como parte de la vida de sus habitantes, bien como adorno corporal, bien como elemento clave en la pertenencia al grupo. Concretamente en la Polinesia, el tatuaje ya se realizaba a los recién nacidos y continuaba a lo largo de la vida del individuo hasta cubrir su piel por completo, pues se creía que actuaba como amuleto para la batalla: sus diseños estaban pensados para asustar a los enemigos.