Entre las más gravosas injusticias literarias, está el conocimiento apenas parcial en castellano de la obra de William Trevor. Apenas se han traducido algunas de sus dieciocho novelas y aún menos relatos de los cientos que publicó. No es fácil comprender el origen de esta desatención. Es un autor que en su día The New Yorker definió como “el mejor escritor vivo de cuentos en inglés”, y es también, y sobre todo, el más grande heredero de Chejov. Alguien con una capacidad inaudita que observa con piedad y sin moralismos, y prescindiendo siempre del sentimentalismo, el claroscuro de la vida.