Durante los últimos meses de un siglo que podría ser el XVIII, en una ciudad junto a un río, una herboristería cuida la salud de sus conciudadanos, al tiempo que, como la jabonería de Vieytes, se constituye en punto neurálgico del chisme citadino. Quien la preside rememora vida y amores desde la aparente postración en un sillón. Su gato-gata, los jóvenes Raimundo y Crocetta, pero también Elodia y Casiano, todo en esta novela magistral tematiza la convicción profunda de que si está vivo, muta. Enseñoreada de su oficio, brillante en la construcción y la prosa, Angélica Gorodischer devela las capas de la trama de Doquier como se pela una cebolla: con paciencia.