Dos hombres se disputan un mismo cuerpo. Uno de ellos es correcto, austero y formal. El otro es cruel, cobarde y egoísta. Cada uno a su manera intentará derrotar a su adversario, ignorando que en semejante lucha no sobreviven vencedores ni vencidos. Robert L. Stevenson recrea en esta alegoría las contradicciones de la naturaleza humana y se interroga sobre sus consecuencias.