A principios de la década de 1960 se creó en la ciudad de Buenos Aires una pequeña empresa de fabricación y colocación de frenos a disco. La tecnología era nueva en el país y, aunque se pensó inicialmente para su uso en autos de calle, pronto pilotos y preparadores de Turismo Carretera descubrieron que esos frenos mejoraban notablemente la performance en competencia. Gracias al impulso inicial de José Froilán González y a la brillante capacidad técnica de Luis María Guggiari, los Discofren fueron instalados en los autos de los corredores más destacados y marcaron diferencia durante varios años.