Es sábado, poco después de las diez de la noche, y Jules está pendiente del teléfono. Es voluntario en un servicio telefónico de acompañamiento para mujeres que vuelven solas a casa por la noche. Nunca ha vivido una situación en la que la persona del otro lado de la línea estuviera realmente en peligro, hasta la llamada aterrorizada de Klara. La joven está convencida de que un hombre la sigue, alguien a quien conoce y que ha dibujado con sangre la fecha de su muerte. Y ese día está a punto de empezar. Quien sabe la hora de su muerte ya ha empezado a morir.