Viudo y con una hija, Jim Wormold, vive cómodamente en Cuba, en los tiempos del dictador Batista. Es vendedor de aspiradoras, lleva una vida serena y al día, en términos económicos. Pero los deberes y obligaciones lo ponen frente a un dilema. Porque debe costearle los estudios a su hija, y debe además satisfacer ciertos caprichos de la juventud. Y hay una coyuntura política favorable: la situación de la isla es un pequeño enigma para los servicios secretos británicos y a Wormold le ofrecen convertirse en espía. Acepta, aun sin saber nada sobre el oficio. Para cumplir su rol, inventa informes que envía a sus superiores. El problema, naturalmente, es que ellos los leen como si fueran reales, y no las piezas de ficción de alguien obligado a escribirlas para no perder el ingreso extra que le ofrece su nuevo trabajo.