Alicia siguió creciendo y creciendo sin parar. Muy pronto tuvo que arrodillarse en el suelo, y un momento después ya ni siquiera tenía sitio para eso. Intentó entonces otra posición: acostada, con el codo contra la puerta y el otro brazo rodeando la cabeza. Pero, seguía creciendo y, como último recurso, tuvo que sacar un brazo por la ventana y un pie por la chimenea, mientras decía: -Es lo más que puedo hacer. Pase lo que pase ya no puedo hacer nada más. ¿Qué será de mí?'