Una silla perezosa de madera blanca en el fondo del patio, el colorido bullicio del mercado de Viena un sábado por la mañana, el nacimiento de la filosofía en la mesa de una taberna griega, un aeropuerto en Dákar o en Abidjean, el enigma del universo en la voz del juglar, un punto de mira privilegiado -y a la vez terrible-: el azar conspirando en el único ejemplar de un video pornográfico, el obstinado recuento de una sucesión de masacres, Helena de Troya atravesada por un rayo y transfigurada en pura luz. Si "hay que reconocer que casi todas las grandes iluminaciones, exaltaciones, conversiones o revelaciones de los tiempos modernos provienen de la lectura; como dice un personaje de Lugar, estas páginas exhiben esa verdad de modo contundente.