Ser presidente es una de esas extrañas cosas que conocen, desde el principio, su final: uno nunca sabe cuánto podrá durar un viaje, cuánto un amor, cuánto una enfermedad, pero el feliz desdichado al que sus compatriotas eligen para presidente sabe que, si un dios no lo remedia, dejará de serlo justo seis años después. Lo que no sabe es cuánto durarán esos seis años.» Al terminar el tramo culminante de su vida, Domingo Faustino Sarmiento repasa los episodios más públicos y los recodos más privados de su trayectoria. Humillado por la sordera, alza la voz. Habla de la muerte del hijo. Habla de esa pandemia que casi acaba con él. Habla de la guerra indeseada a la que no podía renunciar, de las relaciones clandestinas, del respeto inesperado por el antagonista, del desprecio por los que más se le parecen, de los abrazos siempre esquivos, de las derrotas del poder.