¿Tiene sentido hablar de nobleza hoy? ¿Acaso no vivimos en sistemas republicanos, que garantizan el derecho a ocupar posiciones en función de los méritos personales? A contrapelo de estas creencias, La nobleza de Estado, un clásico de Pierre Bourdieu que se publica por primera vez en español, revela sin concesiones el modo en que la educación consagra una ¿nobleza¿ de nuevo tipo, poseedora de títulos académicos y de propiedad. Esa nobleza, mientras dice defender el acceso igualitario a la escuela liberadora y a las competencias técnicas que requiere el mundo del trabajo, asegura su propia exclusividad a través de férreos mecanismos de selección y de sutiles filtros que distribuyen los lugares posibles: desde el modesto docente de primaria en un pueblo de provincia hasta el funcionario de alto rango en la administración pública o privada. Revisando archivos escolares, exámenes, concursos académicos, obituarios, datos socioculturales de los estudiantes, las apreciaciones con que un profesor evalúa el trabajo escrito de un alumno, e incluso la agenda diaria de un hombre de negocios, el autor reconstruye la carrera que habilita cada tipo de escuela o universidad, y que permite a los individuos circular de un lugar a otro en línea ascendente, perderse en desvíos indeseados o, como en las mejores novelas realistas, lidiar con el fracaso de las aspiraciones personales o sucumbir. El destino de ese juego se define en diversos campos, que Bourdieu analiza con paciencia de artesano (la pertenencia familiar y el lugar de residencia, los colegios de elite y las clases preparatorias para acceder a ellos, los institutos de educación superior de mayor prestigio); en cada uno de estos espacios, los sujetos "hacen sus apuestas" según el tipo de capital de origen de que disponen: económico, social, simbólico. Desgarrando el velo de las apariencias, tal como hizo en Los herederos y Homo academicus, Bourdieu desnuda los secretos de la magia social que asegura, por la vía de la educación, la reproducción de las jerarquías sociales. Gracias a una escritura que alterna el humor de la distancia etnográfica con la argumentación teórica, realiza el proyecto de una antropología total, capaz de superar la oposición entre la descripción que hace ver y el modelo que permite comprender.