Escribe Abelardo Castillo en el prólogo a Las maquinarias de la noche que, cuando era un escritor joven, pensaba que el cuento era el único género digno de la prosa y que la novela era una charlatanería circunstancial a la que condescendía el cuentista cuando no se le ocurría una buena historia de diez páginas. En este libro, publicado en 1992, demuestra aquella atrevida afirmación con cuentos tan potentes y personajes tan vívidos que, sí, la novela como género parece redundante.